Proyecto seleccionado por la Fundación para su muestra en la sede de La Laguna , Tenerife.
Esta muestra acoge parte de los trabajos textiles realizados en los últimos 4 años.
En una entrevista publicada en el año 1994 en la revista Flash Art International, la artista Louise Bourgeois declaraba: “Soy una mujer, pero no estoy segura de ser feminista”. Ciertamente son muchas las artistas que muestran reticencias a autodenominarse “feministas”. Quizás por el carácter restrictivo e impreciso de las etiquetas, el riesgo que supone auto-etiquetarse y el miedo a la marginación en un ámbito, el artístico, en el que el sexismo sigue estando muy presente.
En este contexto es patente además el desconocimiento sobre el discurso feminista, a lo que hay que unir la inexistencia de una fuerte tradición feminista en la práctica y en la crítica artística. Y aunque muchas artistas españolas contemporáneas han sido influenciadas directa o indirectamente por el arte feminista, no todas lo asumen como tal, convirtiéndose en una generación alejada del feminismo pero que sin embargo se acercan a sus temáticas y estrategias en sus trabajos artísticos. Así, nos encontramos con creadoras que se nutren de él consciente o inconscientemente y que plantean en sus obras cuestiones feministas no siempre de manera deliberada e intencionada.
Desde la década de los setenta del siglo XX el movimiento feminista ha insistido en la necesidad de reivindicar el bordado, la costura, el tejido y otras actividades consideradas típicamente femeninas e históricamente desdeñadas. Su inclusión en el arte ha servido no sólo para borrar las fronteras entre arte y artesanía, sino también para poner en tela de juicio el canon artístico masculino. Tejer ha sido una ocupación asociada a las mujeres dentro de las obligaciones que las atrapaban -y atrapan - en el ámbito del hogar; una actividad repetitiva y aislada, un proceso lento y laborioso en el que debe asumirse el paso del tiempo. Coser, igual que tejer, representa el paradigma de la feminidad más hacendosa, un símbolo del trabajo doméstico. Se sigue sosteniendo que la costura es una práctica rutinaria y monótona para la que no se precisa de imaginación ni de creatividad.
Esa revalorización del tejido como soporte de la obra artística ha cuestionado la hegemonía de la pintura y de la escultura sobre otros medios, ha supuesto el mestizaje entre las denominadas artes mayores y artes menores y la experimentación con técnicas consideradas artesanales en otros campos de la producción artística. Muchas artistas manejan y trabajan con componentes materiales, conceptuales y formales deudores de esos discursos y sus obras pueden ser interpretadas en clave feminista, aunque no sea este el elemento clave que las defina. Pero lo cierto es que las prácticas, los discursos y las estrategias feministas se han filtrado en el arte actual, una influencia no del todo reconocida que continúa siendo contradictoria.
Yolanda Peralta Sierra